Cuando nos planteamos si la escuela está o no en crisis, buscamos y buscamos para poder agarrarnos a lo que deberíamos tener claro. Si realmente asumimos la responsabilidad de educar en y para el siglo XXI nos vemos obligados a redefinir los objetivos que hay que perseguir en la educación.
Estaríamos descontextualizados si, como educadores de “por y para la vida por medio de la vida”, nos olvidásemos de que los alumnos de este siglo necesitan una educación de calidad en las competencias propias de nuestro tiempo. Estas competencias son la utilización de las nuevas tecnologías y el análisis de la información y la comunicación, el dominio de los idiomas y la educación en valores. Esto es así porque el mundo está cada vez más globalizado, porque estamos inmersos en la sociedad de la información y de la imagen y porque existe una grave crisis de valores y socio ambiental, que afecta a todos.
Sólo desde una educación integral y en valores conseguiremos formar a ciudadanos capaces de tomar decisiones con criterio y con seguridad.
Cabría preguntarse, como consecuencia de lo anterior, si la mayoría de los maestros y de los profesores de nuestro país están realmente preparados y, sobre todo, si son conscientes de que no lo están. Nos planteamos algunas preguntas, a modo de reflexión:
¿Realmente un profesor o maestro se prepara durante su carrera aplicando las nuevas tecnologías a los procesos de enseñanza-aprendizaje y a la gestión y construcción de su propio conocimiento, como entrenamiento previo a lo que en un futuro será su trabajo con los alumnos? ¿Realmente un profesor o maestro se ha preparado para enseñar a mirar y analizar la comunicación audiovisual y el uso de las tecnologías? ¿Realmente nuestros profesionales de la educación se han preparado y formado con la intensificación en la enseñanza de los idiomas extranjeros desde las edades más tempranas, para, de este modo, contribuir al aprendizaje y refuerzo de los idioma en la escuela? ¿Realmente los profesores y maestros tienen claro en lo que consiste la formación integral de un alumno y saben cual es su papel dentro del este proceso?... Podríamos seguir preguntándonos sobre la competencia de los maestros y profesores de nuestros colegios e institutos pero probablemente la pregunta del millón sería ¿Alguien, desde el gobierno, independientemente del signo político, se cuestiona cómo acometer la preparación de aquellos que van a tener el tiempo de nuestros niños y jóvenes en sus manos durante su periodo escolar?
Esta es la pregunta. Esta es la cuestión. Pero lo cierto es que es que entre interrogante e interrogante están los alumnos y estamos, nosotros, los profesores que ya estamos y que, al menos en este colegio, intentamos responder, de forma significativa, a la pregunta ¿Y...qué hay que enseñar? Y nos damos cuenta de que los contenidos disciplinares no pueden ser el único objeto de estudio escolar, colocando información una a continuación de otra. Se necesita un instrumento intelectual para analizar los contenidos curriculares que se pretenden enseñar contextualizados dentro de la realidad y problemática del medio que nos rodea y con una importante carga de interés para los alumnos.
Intentamos organizar los contenidos del currículo partiendo del interés de los alumnos e investigando sobre la problemática actual. Si lo conseguimos estaremos dando un paso de gigante en la motivación del alumno por aprender descubriendo y construyendo conocimiento. Los contenidos del currículo están formados, tanto por los específicos de las distintas disciplinas integradas entre sí, como de experiencias inmersas en la realidad social, política, familiar, escolar del alumno y de su entorno.
La escuela, por tanto, debe ser el marco propicio para enriquecer el conocimiento del alumno conducente a la capacitación del mismo para su futura intervención en el mundo, dominando las lenguas extranjeras, las nuevas tecnologías y formándolo integralmente.
Desarrollar la cultura científica de los alumnos supone, primero, haber desarrollado la nuestra propia a base de romper con la rigidez de un sistema sometido a horarios cerrados, distribución de alumnos por edades meramente, espacios cerrados y con distribución de mobiliario convencional, recursos, editoriales que generalizan el saber y los contenidos, profesorado formado sólo para lo disciplinar, falta de formación para trabajar de forma colaborativa y en equipo...
Somos un grupo de personas que, en su mayoría, sabemos lo que significa trabajar en favor del desarrollo de la cultura científica en el alumno, para que aprenda de forma significativa durante toda su vida, en lugar de ensañar ciencias de forma aislada. Somos conscientes, también, de lo difícil que esto resulta, hoy, en el desarrollo de la tarea docente de cualquier colegio o instituto. Seguiremos en esta línea, pues teniendo claro lo que y cómo enseñar. Hay que seguir preparándose para afrontar los retos a pesar de las dificultades. Estamos seguros de que la mejor manera de rentabilizar nuestro esfuerzo es compartir experiencias con otros colectivos con la misma inquietud. Nada mejor, para ello, que la utilización de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información.
Más que solos, nos sentimos abandonados a nuestra suerte, como la mayoría de los educadores inquietos en nuestro país, por parte de la Administración Educativa. Pero al mismo tiempo, estamos experimentando un acercamiento importante con los padres de nuestros alumnos a la hora de compartir objetivos y maneras de enseñar a sus hijos. Esto, junto a nuestro crecimiento personal y profesional, nos motiva.
La Dirección
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